
Hay trenes que solo pasan una vez!
Siempre he pensado que no hay decisión errónea en un cambio, ya que todo cambio suele traer oportunidades, pero ¿Cuántas cosas debemos tener en cuenta a la vez para tomar esa decisión?
Esto me recuerda a una cita que acabo de leer en un libro sobre la actual pandemia que dice así: “se cuenta que un sacerdote vino a ver a Henry David Thoreau moribundo para aportarle los consuelos de la religión y evocarlo a otro mundo, el del más allá. A lo que Thoreau, sonriendo levemente, le habría respondido: «por favor, un solo mundo a la vez»”
Hace menos de un mes tuve el dilema de si continuar en una compañía en la que llevaba cuatro años trabajando, con alto sentimiento de pertenencia por la cultura y el equipo, o coger una oportunidad en una nueva compañía, que suponía mejoras a nivel de posición y volver a trabajar con personas con las que había tenido una buena experiencia profesional en el pasado.
¿Qué suele motivar el cambio a otra compañía? ¿Qué solemos poner en la balanza?
Cuando aparentemente no buscas un cambio y estás en una compañía en la que te sientes valorada, motivada, en una posición de desarrollo y trabajando día a día con un equipo de personas de las que aprendes a nivel humano y a nivel profesional, el plantearte saltar a una empresa no es una fácil decisión. Tienes que poner en la balanza la seguridad y la comodidad que te da el conocer el entorno y la gente con la que trabajas versus la incertidumbre y la pérdida de control, en su definición más amplia.
Incertidumbre es un término que resuena mucho en los últimos tiempos convulsos que estamos viviendo. A los humanos nos cuesta manejarnos en entornos de incertidumbre por un sentimiento muy simple y básico que se apodera de nosotros: el miedo. Entramos en un espacio desconocido, que nos hace sentir frágiles y vulnerables. Y así me sentía yo, allá por el mes de mayo, mientras meditaba sí quedarme en mi área de confort, en aquello que conocía y que en cierta manera representaba una dinámica lineal, o arriesgarme al cambio y a probarme en un entorno distinto.
Aposté por el cambio, a pesar de los sentimientos encontrados que la decisión me estaba produciendo. Hay trenes que solo pasan una vez, y aunque estén en marcha, hay que saltar hacia ellos. La oportunidad que se me presentaba era “casi” irrechazable y aunque mi corazón estuviera aún en la compañía, aumentar mi conocimiento y crecer profesionalmente formando parte de un proyecto de transformación cultural y de valores, me motivaba y me ilusionaba.
Como decía al inicio, los cambios traen oportunidades y nuevas miras; y aunque solo llevo dos semanas en la nueva compañía, y aún no he encontrado la pista de aterrizaje, ya estoy contenta con la decisión. Estoy aprendiendo, integrando nuevos puntos de vista y conociendo diferentes perfiles de profesionales.
A pesar del periodo de incertidumbre y algunos dolores de estómago, me siento muy afortunada de poder elegir mi camino. Así que inicio una nueva etapa de crecimiento personal y profesional que estoy convencida me ayudará a consolidarme y a estar preparada para el siguiente tren que pase… que quién sabe si cogeré.
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